Ahí estaba yo, solo en mi cuarto, escuchando el llanto de mi hija Daniela, hermoso, como el canto de una sirena. Salí de mi cuarto a consolarla, quería saber qué le ocurría, su llanto no cesaba. Cuando le pregunté qué le pasaba, me dijo que extrañaba a mami. Sencillamente no entendía por qué, mami estaba ahí con nosotros, estaba en su cama durmiendo.
Le dije a Daniela que saliéramos por un helado con mami. Cuando llegamos a la heladería, Daniela se calmó un poco, bajamos del carro y entramos a la tienda. Pedí un helado de chocolate para ella y para mami y para mi pedí un banana Split, para compartirlo, recordar los buenos tiempos, dejando atrás las peleas que hemos estado teniendo. Por fin terminamos los helados, no quería que terminara este momento familiar, pero bueno, tuvo que llegar su fin.
Decidí que debíamos ir al río, a hablar un rato, pasar un rato con mi hija y dejar a mi esposa descansando en las tranquilas corrientes de agua. Daniela me preguntó por qué estaba cargando a mi madre, le dije que sencillamente estaba terminando con todos los problemas en la casa, que solo íbamos a estar ella y yo en la casa, sin nadie que nos molestara, que iba a dejar a mami nadando en el río por siempre. Daniela me sonrió, me hizo muy feliz darme cuenta que por fin había logrado hacerla feliz, así que rápidamente lancé el cuerpo de mami al agua, desvaneciéndose lentamente en el profundo fondo del río.
Siento que debo explicar por qué tuve que hacerle esto a mi esposa.
Era un día normal, estaba saliendo del gimnasio, yendo directo a casa para lograr descansar, esperando terminar de tener un día normal. Cuando llego a mi casa, entro, saludo a mi hija y cuando voy a saludar a mi esposa al cuarto, me doy cuenta que hay una camisa guindada, la cual no es mía. Le pregunté que de quién era y la muy falsa me dijo que era de su hermano. Enfurecí, no podía creer que me estuviese mintiendo en mi propia cara. La tomé por el cuello, me tranquilicé y con una sonrisa le dije: “¿De quién es esa camisa?” La ridícula me vuelve a decir que es de su hermano. Me molestó mucho que tuviera que mentirme así, estoy seguro que es de otro hombre. La abofeteé por insolente. Ella salió corriendo y trató de llamar a la policía, por lo que tuve que echarla al suelo y amarrarla. ¿Cómo se atreve a tratar de acusarme? ¿Quién se cree ella?
Repentinamente salió Daniela del cuarto llorando y mi esposa le gritó: “¡Daniela, huye de aquí!”, pero logré alcanzarla cuando salió corriendo. Le dije que se calmara, que todo estaba bien, tan solo era un simple juego y no era mentira, solo estaba dándole una lección a mi esposa, para que aprendiera a no mentirme. Le di a Willy, la ballena de peluche, a Daniela y ella se fue tranquila a su cuarto.
Volví a la sala, donde estaba amarrada mi esposa, y la vi a los ojos. Ella se sentía desconsolada, lloraba sin parar, me suplicaba que la dejara en paz, pero no podía hacerlo, ya habíamos tenido muchas discusiones últimamente, así que era hora de solucionar estos problemas. Ella, muy desesperada, se desamarró, se levantó y trató de tomar un cuchillo y defenderse, pero logré quitárselo a tiempo y la apuñalé para que no se repitiera.
La lleve a mi cuarto a que descansara, donde terminó de desangrarse y desgraciadamente murió. En verdad me da un poco de lástima, pero me da más felicidad que tristeza, pues ahora por fin podré estar con mi linda hija, compartiendo el 100% del tiempo con ella, sin molestias ni interrupciones. Por otro lado, mi esposa por fin va a descansar en paz, todo gracias a mi, ya no tendrá problemas conmigo, ni tendré qué pegarle, ahora podrá tener la vida que siempre soñó.
Por fin eliminé a esa distracción, ahora por fin Daniela solo será mía, de nadie más, ya no más molestias, ya no más problemas con la policía, ya no más gritos, ya no más discusiones. Por fin paz, solos tú y yo, Daniela…